29.9.07

El barril de Amontillado

[...] En un momento llegó al fondo del nicho, y, al hallar interrumpido su paso por la roca, se detuvo atónito y perplejo. Un momento después había yo conseguido encadenarlo al granito. Había en su superficie dos argollas de hierro, separadas horizontalmente una de otra por unos dos pies. Rodear su cintura con los eslabones, para sujetarlo, fue cuestión de pocos segundos. Estaba demasiado aturdido para ofrecerme resistencia. Saqué la llave y retrocedí, saliendo del recinto.
[...] Empecé activamente a tapar la entrada del nicho. Apenas había colocado al primer trozo de mi obra de albañilería, cuando me di cuenta de que la embriaguez de Fortunato se había disipado en gran parte. El primer indicio que tuve de ello fue un gemido apagado que salió de la profundidad del recinto. No era ya el grito de un hombre embriagado. Se produjo luego un largo y obstinado silencio. Encima de la primera hilada coloqué la segunda, la tercera y la cuarta. Y oí entonces las furiosas sacudidas de la cadena. El ruido se prolongó unos minutos, durante los cuales, para deleitarme con él, interrumpí mi tarea y me senté en cuclillas sobre los huesos. Cuando se apaciguó, por fin, aquel rechinamiento, cogí de nuevo la paleta y acabé sin interrupción las quinta, sexta y séptima hiladas. La pared se hallaba entonces a la altura de mi pecho. De nuevo me detuve, y, levantando la antorcha por encima de la obra que había ejecutado, dirigí la luz sobre la figura que se hallaba en el interior.
Una serie de fuertes y agudos gritos salió de repente de la garganta del hombre encadenado, como si quisiera rechazarme con violencia hacia atrás.
[...] Volví a acercarme a la pared, y contesté entonces a los gritos de quien clamaba. Los repetí, los acompañé y los vencí en extensión y fuerza. Así lo hice, y el que gritaba acabó por callarse.Ya era medianoche, y llegaba a su término mi trabajo. Había dado fin a las octava, novena y décima hiladas. Había terminado casi la totalidad de la oncena, y quedaba tan sólo una piedra que colocar y revocar. Tenía que luchar con su peso. Sólo parcialmente se colocaba en la posición necesaria. Pero entonces salió del nicho una risa ahogada, que me puso los pelos de punta. Se emitía con una voz tan triste, que con dificultad la identifiqué con la del noble Fortunato. La voz decía:
-¡Ja, ja, ja! ¡Je, je, je! ¡Buena broma, amigo, buena broma! ¡Lo que nos reiremos luego en el palazzo, ¡je, je, je!, a propósito de nuestro vino! ¡Je, je, je!
-El amontillado -dije.
-¡Je, je, je! Sí, el amontillado. Pero, ¿no se nos hace tarde? ¿No estarán esperándonos en el palazzo Lady Fortunato y los demás? Vámonos.
-Sí -dije-; vámonos ya.
-¡Por el amor de Dios, Montresor!
-Sí -dije-; por el amor de Dios.
En vano me esforcé en obtener respuesta a aquellas palabras. Me impacienté y llamé en alta voz:
-¡Fortunato!
No hubo respuesta, y volví a llamar.
-¡Fortunato!
Tampoco me contestaron. Introduje una antorcha por el orificio que quedaba y la dejé caer en el interior. Me contestó sólo un cascabeleo. Sentía una presión en el corazón, sin duda causada por la humedad de las catacumbas. Me apresuré a terminar mi trabajo. Con muchos esfuerzos coloqué en su sitio la última piedra y la cubrí con argamasa. Volví a levantar la antigua muralla de huesos contra la nueva pared. Durante medio siglo, nadie los ha tocado. In pace requiescat!
:: Edgard Allan Poe - El barril de Amontillado (fragmento)

25.9.07

Tell me when a kiss of love becomes a lie...


Skid Row
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§
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In a darkened room
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En una habitación obscurecida
Más allá del alcance de la fe de dios
Yacen heridos, hechos añicos
Los restos de un amor traicionado
Y la inocencia de un niño se vende y se compra
En nombre de los condenados
La rabia de los ángeles dejó silencio y frío
Perdóname por favor por no saber lo que hago
Cómo puedo guardar en mi interior el dolor
Sé que es verdad
Dime cuándo el beso del amor se convierte en una mentira
Que lleva la cicatriz del pecado muy profunda
Para ocultarme detrás de este miedo de correr hacia ti
Por favor deja que haya luz
En una habitación obscurecida
Todos los preciosos momentos han sido puestos a reposar otra vez
Y la sonrisa del amanecer
Trae lujuria corrompida cantando mi réquiem
¿Puedo enfrentar el día cuando torturan mi confianza
Y verla cristalizarse
Mientras mi salvación se convierte en polvo?
¿Porqué no puedo dirigir la nave antes de que llegue la tormenta?
He caído al mar pero aun así
Nado a la orilla
Dime cuándo el beso del amor se convierte en una mentira
Que lleva la cicatriz del pecado muy profunda
Para ocultarme detrás de este miedo de correr hacia ti
Por favor deja que haya luz
En una habitación obscurecida

14.9.07

Opciones y suposiciones

Algunas veces me pregunto que hubiera sido de mí si algunas cosas hubiesen sido distintas. Doy vueltas en mi mente tratando de entender como sería mi personalidad, mis gustos, mi forma de ser, si las cosas hubiesen sido distintas.
Por ejemplo, ¿que sería de mi a esta altura de mi vida si hubiera elegido otra carrera universitaria? ¿Me iría mejor? ¿Peor? ¿Igual? ¿Que clase de gente habría conocido? O si en 6º grado finalmente hubiera pasado al Politécnico… ¿qué destinos me hubiesen esperado allí?
Sin embargo, la pregunta que más me perturba, la que siento que más hubiera marcado mi destino hacia otro lado es saber que vida habría llevado de nunca haberme vuelto de Italia. A veces me encierro en mi cabeza pensando en las consecuencias de eso, pensar en que quizás me hubiera podido dedicar mas en serio al fútbol, sobre todo un par de años después de regresar, cuando un amigo de allá me mando una foto de la escuelita donde entrenaba, súper profesional, con camisetas, estadio y todo. O a lo mejor, me hubiera dedicado a la música, viviendo en la ciudad cuna del violinista Stradivarius, o a algún trabajo manual, visto que los extranjeros latinoamericanos allá mucha otra cabida no tienen en el mundillo laboral. Quizás hubiera hecho otra clase de amigos que tengo ahora y eso hubiera generado otra forma de ser en mi, otra personalidad. Hoy mal que bien no me puedo quejar de las cosas que tengo, no puedo decir que me falte nada importante en lo material, a lo mejor viviendo allá hubiera sufrido mas la carencia de ciertas cosas, me las tendría que haber aprendido a ganar.
Generalmente termino concluyendo que es imposible saber que hubiera sido de uno si a la hora de elegir, lo hacía por alguna otra opción, por la sencilla razón de que la vida que tenemos es el resultado de múltiples y casi infinitas opciones, desde las más insignificantes hasta las aparentemente más trascendentales. Uno elige una forma de vida producto de muchísimas otras opciones que hizo hasta ese momento que lo hicieron a uno como es, y por eso elige de una forma y no de otra. No nos queda más que seguir eligiendo por el resto de nuestros días de la forma que creamos mejor para nosotros.

6.9.07

Desinterés y suciedad

Miércoles. Ese sinsabor que nos crea saber que ya paso la mitad de la semana -que por lo general es suficiente para acabar con todas nuestras fuerzas- y aún nos quedan largos días por terminar hasta llegar a ese descanso que es casi un suspiro, conocido como fin de semana.

Volvía de una clase escuchando música en mi mp3, tratando de despejar mi cabeza de una típica clase densa que te deja más preocupado que instruido. Caminaba por calle Córdoba llegando casi a Balcarce cuando de repente un tipo se baja de un bondi y asi como si nada, tira un papelito de alguna especie de caramelo u otra clase de golosina al suelo. Asi como si nada. Lamentablemente es casi habitual que la gente se comporte de esa manera. Lo peor fue que apenas un instante después comprobé que había un tacho de basura de esos de aluminio a apenas unos 5 metros de distancia. ¿Cómo se puede ser tan desinteresado por la limpieza? ¿Ni siquiera un poquito de cuidado por el medio ambiente? ¿Soy tan ingenuo de preguntarme estas cosas a esta altura del partido? Quizás un poco, pero la esperanza es lo último que se pierde, o eso escuché decir.

La cosa no terminó ahí. Mientras yo seguía embebido en mi estupor, no pudiendo evitar sorprenderme al punto de dejar una expresión de asombro en mi rostro al notar que este mismo hombre, el que descaradamente arrojó un simple pero tan vital envoltorio al suelo, va a encontrarse con su mujer y su hijo en la parada del colectivo. Supuse lo estarían esperando. Por su apariencia no era una persona a la que le faltaran recursos o no hubiese tenido acceso a una mínima educación. ¡Ni siquiera un mínimo del sentido de convivencia! ¡En esta ciudad -afortunada y lamentablemente- vivimos todos! ¿Que ejemplo le damos a las generaciones futuras? Que horror ser testigo de la decadencia humana. Me cuesta y me repugna saber que vivo en el mismo lugar del mundo con gente de esa calaña. Parece que no aprendemos más.